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Por Ingrid Génesis Manzanares

Sabor a naranja, azúcar y olor a chocolate caliente se esparcen en un ambiente festivo. El día de muertos no sólo conmemora a los que ya no están con nosotros, también convergen tradiciones prehispánicas y estadounidenses. Por  un lado, se colocan ofrendas con los elementos más representativos: papel picado, comida, incienso, sal, flores, veladoras y agua. Por otro, los niños se disfrazan, tocan las puertas y piden dulces o dinero a cambio.

            Diferente a cualquier época, se crea una atmósfera que vaticina la llegada de los muertos. Los rincones se iluminan y la gente aprovecha la noche para salir de casa. Mientras tanto, el Centro Cultural Hidalguense organiza una feria para celebrar a los vivos con el pan tradicional, aquel que se ansía desde enero por sus tiras de azúcar y la bola del centro.

            El recinto, ubicado en Calzada de Tlalpan, abre sus puertas de 11:00 a 19:00 horas para degustar panes de muerto rellenos de nata, en tamaño gigante, en forma de cupcake. Además de chocolate en diferentes presentaciones: blanco, amargo, relleno, en barra, líquido. Grupos de artesanos ofrecen alhajas de jade, ámbar y cuarzos; calaveras de cerámica; madera tallada; blusas bordadas.

            El pan de muerto representa la tierra, las tiras de masa son los huesos y la esfera del medio la cabeza del fallecido. El chocolate es la muestra misma de mestizaje: para los aztecas era una bebida amarga y picante, con la llegada de los españoles se agregó azúcar y otros ingredientes que dieron lugar a un líquido exclusivo para las clases altas. 

            El espacio es pequeño para el número de asistentes, por lo que la plaza está repleta en cuestión de minutos. La mayor parte la ocupan los estantes de comida, sin embargo al final de la carpa hay un escenario, una tarima de unos 20 m2 en la que un grupo de música tradicional mexicana toca al compás de la guitarra. Cantan a los vivos y a los muertos, entretanto los asistentes se detienen a escucharlos y disfrutar del festín.

            Al respecto, Brian comenta “Me pareció una buena idea por parte de la delegación, pero tiene muchas fallas de diseño. El lugar es reducido para la cantidad de gente, era obvio que habría muchos asistentes. El horario fue mal seleccionado: te tomas un chocolate caliente a las 9 am o a las 8 pm, no en la tarde. Los expositores no logran satisfacer la demanda. No hay tantas opciones para elegir y los precios están algo caros. Hay más detalles, pero si se mejoran esos aspectos, el festival puede tener un éxito rotundo”.

    

            Las filas comienzan a disminuir al informar que los manjares han agotado. En su lugar, se canta y se baila. Sabores, olores, sonidos y colores convergen en el centro cultural, el motivo: la muerte. La muerte materializada en las costumbres que forman a los mexicanos. La muerte so pretexto de la vida. Hábitos y valores legitimados con actividades como estas.                    

Pan y chocolate: herencia de los muertos 

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