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Catarsis humana

Por Ingrid Génesis Manzanares

Llora, me dije después de escucharte. Sólo así puedes desahogarte. Por alguna extraña razón me siento susceptible, pero ¿susceptible a qué? ¿a quién? Te observo, pareciera que somos idénticos. Te escucho, tus palabras retumban en mi cabeza. Te pienso, trato de alejar tu recuerdo. Enciendo la tele, reviso el celular, nada tiene resultado. Te saboreo, son las mismas gotas amargas que atraviesan mi garganta, las mismas espinas que hieren cuando mi madre pregunta ¿estás bien? Aquella sensación lleva años removiéndome, se va y regresa con más fuerza, la misma fuerza que me hace concebirme como un ser humano débil y sin el vigor para enfrentársele.

Mi catarsis deriva de un domingo por la tarde cuando después de alojarse durante varios días en mi alma encontró un escaparate, una salida a la caja que la resguardaba con llave. Ese domingo, a diferencia de otros, decidí refugiarme en el sonido de los violines, el piano y las voces de los tenores. Mis planes se arruinaron cuando media hora antes del evento anunciaron: “los boletos están agotados”.  

¿En qué maldito momento me dirigí hacia el lado norte, llegué al Centro Universitario de Teatro (CUT) y leí “Loop, microcosmos humano”? No lo sé, quizás sea parte de esa cosa llamada destino. En lo alto, una pancarta con dicha leyenda atrae mi interés. La obra de teatro dirigida por Vivian Cruz, Héctor Cruz y Ximena Sánchez de la Cruz se presenta en el escenario del CUT, tiene cabida para 40 personas, lleva 50 representaciones y empieza a la una de la tarde. Sin embargo, llegar a las 12 del día no es mi boleto de entrada. Sin perder la esperanza de acudir a una manifestación artística, espero que alguno de los invitados de los actores renuncie a su asistencia para ocupar su sitio.   

Una banca invita a sentarme. Su cercanía al árbol enorme de la esquina la convierte en el lugar idóneo para aminorar la espera. Mientras tanto, los protagonistas, alumnos de la escuela, realizan algunos rituales. Sentarse afuera de la sala, cerrar los ojos y concentrarse en su respiración son prácticas comunes. La gente comienza a llegar, jóvenes cuya experiencia teatral es primeriza visten atuendos casuales: tenis, playeras holgadas, blusas coloridas. De rumbos distintos acuden grupos de intelectuales que alardean la obra de la noche anterior. Noviazgos, madres acompañadas por hijas adolescentes y extranjeros no tardan en aparecer.

El tiempo te carcome por dentro cuando aguardas una respuesta. Si me informan que ya no hay lugares ¿qué haré el resto de la tarde? ¿a dónde me dirijo? Para mi fortuna, logré entrar. Quizás… la niñez sea la mejor etapa de cualquier ser humano. No existen preocupaciones, sólo juegos con duraciones efímeras; anhelos de ser el próximo presidente, el doctor que encontrará la cura a la diabetes o descubrirá un planeta habitable; risas, correteadas, cuentos nocturnos, no hay experiencias más placenteras, pero ¿qué ocurre cuando ahí nace la catarsis interna de los seres humanos?

La sintonía entre música e historias develan lágrimas debajo de las cobijas, silencios después de un desacuerdo, miedos a intentar algo nuevo, a estar solo, a pensar en lo bueno o malo de las decisiones, a no ser lo que esperan los demás. Complacencias infinitas, daños, culpas, libertades coartadas, desprecios, ataduras. En la pantalla se proyecta una ola que termina en tsunami. Luces alumbran las paredes, pero son inalcanzables.

Mi yo se manifiesta en ellos, en el otro, en una figura antropomorfa semejante a mí. Rasgos y emociones parecidas, aunque de fondo las mismas preguntas: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿a dónde voy? intento responderme. El tiempo transcurre, las miradas de la audiencia se pierden en el infinito vacío del espacio. Lloran, recuerdan la sensación que también les hace daño. Callan, el mínimo ruido no debe intervenir en la actuación de Emilio, el joven que perdió a su padre a los 7 años. Junto a mí, el olor a cigarro acompaña el escenario funesto. Tensiones compartidas. Individuos coinciden en tiempo y espacio para interrogarse su existencia.

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